sábado, 17 de agosto de 2019

60. Cárcel mental


Desde el apando lúgubre de mi conciencia dejo escapar estas palabras para desorbitar la melancolía que gira alrededor de mí. El día es sombrío, hay manchas de tristeza y desesperanza en cada latido, se me colorea oscuro el aire que entra a los pulmones; el mundo parece ajeno y se retuerce, y yo sigo aquí entre lápices y papeles, quizá desperdiciando el tiempo porque no me lo puedo gastar con ella. Hoy no pude ponerme la máscara sonriente, y mejor me encerré a piedra y lodo. Aunque intente evitarlo, mi imaginación me trae historias de Miriam con otros hombres, y se me pudre el alma entre la confusión cotidiana y mi poca esperanza. El luto llega antes de tiempo y me obliga a tomar la pluma para reanimarme. Sin embargo, la terapia de papel y tinta no me alivia.

Su voz en el teléfono podría ser mi anestesia.

Pero mejor sigo con la escritura y al poco rato empieza a tranquilizarme, pues dialogo con mis entrañas, que acaban de pedirme una Revolución, mental, espiritual y física, para matarme aquello que odio. Y renacer.

Naucalpan, Estado de México, lunes 7 de septiembre de 2008



59. Acercamiento


Como este semestre sólo curso la última materia tengo más tiempo que antes, por eso a veces me quedo a platicar con amigos, como el lunes pasado, que vi pasar a lo lejos a la edecán con la señora de siempre.

Ellas caminaron hacia un edificio cercano y se unieron a un grupo de trabajadores de limpieza. Yo dejé a mis amigos y las seguí. Vi que saludaron a todos y comenzaron a platicar. Eran como las dos y media de la tarde, cuando hay pocas clases en el edificio y hay muchos salones vacíos. Y subí al primer piso, porque quería verla más de cerca desde los ventanales de algún salón abierto.
Y pude mirarla.

Pero no fue suficiente, y me sentí culpable. En lugar de estarla mirando de lejos, casi espiándola, acosándola, debía acercarme a ella y hablarle. Me acordé de una caricatura que ilustraba un momento de la Revolución Mexicana, en la que estaban un general del ejército federal y un “alzado”: el viejo general, escondido detrás de un matorral, estiraba el brazo tratando de alcanzar algo con su bastón, con miedo de acercarse por las balas que rebotaban en el piso; y al lado, desde otro matorral, el alzado le decía algo así como:

Usté no la prende mi general
¿No?... ¿Porqué?
Porque usté no se arrima, y pa’ prenderla hay que arrimarse.

Me alejé del ventanal contrariado y salí al pasillo a pensar. Como es muy bella, decidí mirarla una vez más, para que su cara bonita me acompañara desde ese momento hasta que la conociera. Pensé que debía vivir cerca, pues la veía diario; y que la señora era su madre y trabajaba ahí. Esperé cerca de diez minutos y me fui, cuando los alumnos empezaron a entrar al salón. Me llevé una sensación de repugnancia hacia mí mismo por andar escondiéndome.

Naucalpan, Estado de México, miércoles 26 de agosto de 2009



58. Aprendiz


Renuncié a mi trabajo de promotor y de nuevo soy becario de Sistemas. Me mejoraron las prestaciones y el sueldo. Además me dan permiso de ir a la escuela y hacer los trámites de titulación. Como trabajo en las tardes, varias veces me encuentro a la edecán cuando salgo de la facultad. Empiezo a disfrutar las cosas que me ponen nervioso nomás de pensar que las voy a hacer. Así voy saliendo del estancamiento.

Naucalpan, Estado de México, martes 26 de mayo de 2009



57. Faroles


La bailarina te abraza, la vigilante te besa, la transeúnte te mira. El supervisor se burla de tu acné mientras presume casas y coches que no son suyos. Sonríes y no dices nada para no darle cuerda.

En el microbús te mira atentamente una mujer que parece mujer, pero que no estás seguro que lo sea; luego mira su escote y te mira otra vez. Entonces te volteas a otro lado porque hay algo raro en ella.

El jefe de piso de una de las tiendas te obliga a quedarte, te grita frente a los demás, y te da la espalda cuando estás hablándole. Le mientas la madre entre dientes.

La vigilante guapa te catea sonriendo y te felicita porque ya no te pones nervioso.

Sientes la mirada de el/la que piensas es un travesti, y te alejas, es demasiado pesada.

Tu guerrera regresa inesperadamente de su entrenamiento europeo. Y la miras con cara de "hazte pa'llá y no te me acerques mucho”, porque la carne es débil. Pero no te puedes resistir y vuelves a librar algunas batallas con ella.

Sin embargo, debe irse de nuevo, pues le quedan misiones por cumplir al otro lado del mar. Y te quedas ahí, peor que antes, mirando absorto un mapa de Francia.

Naucalpan, Estado de México, sábado 2 de mayo de 2009



56. Departamento de vinos y licores


Carnal, ¿recuerdas que hace tiempo te platiqué sobre la edecán de Tecate?

La vi el miércoles saliendo de la escuela. Estuve revisando mi trabajo de titulación con uno de mis sinodales. Ella venía acompañada por una señora, y cuando pasó a mi lado volteé a verla y sonrió. Su mirada es tan intensa que tuve que desviar la mía. Luego la señora también me miró y yo seguí caminando. Más adelante volví la cabeza para verla otra vez, y antes de entrar a la universidad, ella también volteó y sonrió de nuevo. Algo bueno vio en mí.

O le causé mucha gracia.

Naucalpan, Estado de México, sábado 11 de abril de 2009