Una tarde calurosa le pido a mi
sangre que baje su temperatura, porque yo no soy volcán ni ella es lava, y toda
ésta emoción que esa mujer me causa no es suficiente razón para llenar el cielo
de cenizas.
De noche me doy cuenta que hay
niebla en mi cabeza y las nubes bajaron hasta mi pecho después de la última
lluvia.
Naucalpan, Estado de México, lunes 16 de junio de 2008