jueves, 15 de marzo de 2018

19. Acatamiento


La tarde de ayer por fin vi a Lissete cuando me iba a trabajar, pero iba de la mano de un muchacho, ambos con mochila y bata blanca. Venían caminando en mi dirección y nos vimos de lejos, pero de cerca sólo me miró de reojo y me saludó con un gesto.

Naucalpan, Estado de México, sábado 10 de diciembre de 2005

18. Diciembre



Llevaba varios días evitando pasar por la calle donde vive Lissete, pero hace una semana tuve que ir a la casa de un amigo que vive por ahí, para hacer una tarea en equipo. No quería ir a la papelería a preguntar por ella y me arrepentí de haber borrado su número. Todo el rato estuve pensando en salir y encontrármela por casualidad.

Me despedí de mi compañero al terminar la tarea, salí de su casa y llegué a una capilla que está a medio camino entre la casa de Lissete y la suya, y me senté cerca de ahí, en la banqueta. Eran las seis de la tarde y yo quería verla, pero no sucedió. Volví otros tres días sin lograrlo ni atreverme a tocar su puerta.

El último día que fui, pasaron dos muchachos como de nuestra edad y se me acercaron. Traían los ojos rojos.

            —Qué tranza mijo, ¿qué haciendo? —me dijo uno de ellos—
            —Nada… Nomás pensando —le contesté—
            —No pienses tanto… Actúa —dijo en tono burlón—
            —Tienes razón —le dije sonriendo—
            —Presta pa’l tabaco —dijo el otro—
            —Nomás traigo lo de mi pasaje, ahí pa’la otra —le contesté—
           —Nel, saca —me dijo el segundo. Me levanté de donde estaba sentado porque él ya me había agarrado de un hombro y apretaba el otro puño—
            —Aguanta wey, no mames —le dijo el que me había hablado primero, y trató de jalarlo para atrás—
            —¿Qué? ¡Que preste el culero!
            —Nel, ¡aguanta! —lo separó de mí y me preguntó:— ¿De dónde eres, carnal? ¿Vives por aquí?
            —Vivo por Los Remedios, soy de Guanajuato.
            —Apoco… mi jefecita es de allá también.
            —No mames Chucho, ya que nos dé lo que trae —dijo enojado, el que había querido pegarme—
            —Aguanta cabrón, ¡ya cálmate! —gritó Chucho—
            —Vale verga… —dijo el otro, girando la cabeza a otro lado y dando un pisotón en el suelo—
          —No hay pedo, carnal —me dijo Chucho—, esque este wey viene hasta la madre. Pero con el barrio no nos pasamos de lanza… aparte si te quitamos el varo vas a llegar bien tarde a tu chante —y se sentaron al lado de mí—. Y qué pedo, ¿qué andas haciendo por acá si eres de Guanajuato? —sacó una botella de Tonaya de su mochila y le dio un trago—

Les conté que había venido a estudiar la universidad y que tenía algunos amigos en esa calle, y al salir de su casa y pasar por la capilla, me habían dado ganas de sentarme en la banqueta. Se empezaron a reír y me contaron algunas cosas, me hablaron de como uno de ellos se había quedado sin trabajo, y el otro le había conseguido ese día por recomendación.

       —Lo malo es que son bien pinches marihuanos y envician a uno— dijo al que le habían conseguido el trabajo, el que me había pedido el dinero—.
            —Tú, que ni sabes controlarte, deberías ya reivindicarte ante la sociedad. Discúlpate con el “mi chavo” por quererlo talonear —contestó Chucho, y se empezó a reír a carcajadas—.

Me invitaron a un concierto de grupos de rock nacional que va a ser dentro de dos semanas en un salón de eventos cercano, para celebrar las fiestas decembrinas. Entre los grupos hay algunos formados por vecinos del barrio.

            —Va a haber un chingo de morras, ahí te presentamos unas, cáele.

Naucalpan, Estado de México, sábado 3 de diciembre de 2005