martes, 13 de agosto de 2019

54. Vicio


El hígado se queja cuando lo golpean las emociones que no expreso. Pero este día lo adormezco con alcohol y palabras enviciantes que me ponen lacónico, de tan sinceras que son. Las saboreo como vino. Me elevan, me ponen loco, alto, bien chido.

Naucalpan, Estado de México, lunes 21 de febrero de 2009



53. El castillo


Frente a la puerta de la primera tienda de mi jornada decido tomarme unas horas libres y camino sin rumbo durante horas por toda la ciudad, hasta que me doy cuenta que estoy sobre la Avenida Chapultepec cuando diviso el castillo. Se me antoja acercarme y en media hora llego a su puerta. Me detengo a la sombra de los árboles para mirarlo bien, recargado en el barandal de piedra que da a la ciudad.

Es el camino hacia el castillo sin anuncios, con faros, piso de adoquín, flores rojas, barandal de piedra, riego natural y artificial, privacidad en vía pública y un mosaico verde formado por distintos tonos de luz y sombra entre los árboles del bosque. Caracoles en la humedad y yo bajo la sombra. Mosquitos picando a niños. Fuentes, aves y montañas rusas a lo lejos.

Contemplo el bosque y la ciudad desde el barandal de mi tristeza añeja, como el castillo y sus piedras. Su entrada elegante y armónica contrasta con mi paso humilde y desordenado. La feria y la ciudad depredan el bosque. Mi pluma llora tinta.

Me asomo al precipicio de Juan Escutia, presenciando la comedia citadina desde primera fila, sin poder sonreír. Se oyen profundos gestos de niños, hombres y animales mezclados. Estamos algo desesperados.

Miguel Hidalgo, México, D. F., jueves 29 de enero de 2009



52. Idilio musical


No tengo miedo a la muerte pero sí a malgastar la vida, y escribo para hacerla brillar. En ésta hoja de papel voy a dejar mis sueños de ti para que no me persigan todo el día.

También para mí han sido semanas de mucho trabajo, pero el cansancio se anestesia cuando camino bajo el cielo frío y nublado, con comida caliente en el estómago, tú en la mente y los pies valsando sobre la banqueta, porque la felicidad del mundo me llama desde tu cintura. Esta noche mi sombra quiere hablar de ti y no puedo contradecirla. Cuando estés conmigo y vuelvas a pedirme que escriba, podría tomar un lápiz y un papel y hacer malabares con las palabras, pero no va a ser suficiente; porque quiero hacer malabares con mi cuerpo también, entretenerte hasta que te vayas; componer canciones con las notas que salen de tu boca como de un instrumento de viento, mientras toco tu cuerpo cual músico.

Naucalpan, Estado de México, jueves 27 de noviembre de 2008