Estoy en clase de francés con la muchacha
del suéter turquesa que vi en el camión, nos encontramos el lunes pasado. Fuimos
los últimos en llegar, casi al mismo tiempo, pero me hice a un lado para
dejarla pasar, y cuando ya entrábamos, disminuyó la velocidad de sus pasos, y
mientras caminaba, volvió la vista. Me clavó la mirada por unos segundos y
traté de aguantar, pero no pude, así que miré hacia un lado. Luego volví a
mirar al frente y ella seguía mirándome, así que no tuve otro remedio que verla.
Digo “otro remedio” cuando no era ni obligación, carnal, ¡el gusto que me
hubiera dado si aquello fuera una obligación! Hablamos un poco:
—Hola.
—Hola.
Naucalpan, Estado de México,
sábado 27 de agosto de 2005