sábado, 12 de mayo de 2018

42. Polvo



La semana pasada fui con el grupo de clown a un hospital para visitar a los adultos. Salí de casa decidido a hacer reír a todos los demás, pero mi alegría no alcanzó ni para mí. Ésta vez me quedé a platicar con la paciente de la cama 702.

—Después de una depresión, dejé de salir y sólo iba a trabajar. Soy empleada en una clínica del IMSS, cerca de mi casa. Me dieron incapacidad porque me dio un infarto hace poco. Me sentía mal y creí que se me estaba bajando el azúcar, así que mandé por un refresco y me lo tomé. Pues no pasaron ni cinco minutos cuando me desvanecí. Pero no sé, yo creo que mi problema empezó antes. Siempre llegaba tarde al trabajo, pero a mi jefe no le molestaba mucho porque diario me ofrecía a quedarme algunas horas extra para compensar mis retrasos. Me daba igual quedarme una o dos horas más porque no había quien me esperara en casa, pues ya tiene mucho que mi hijo se mudó a otro estado y yo estoy divorciada desde hace años. Estos últimos meses ya ni siquiera veía la televisión; llegaba a casa por las tardes, comía, y me acostaba a dormir hasta el otro día, hasta que tenía que levantarme para ir a trabajar. Empecé a subir mucho de peso y a tener problemas con el azúcar, pero no estaba cuidándome bien, sólo tomaba lo que me mandaba el doctor pero no hacía esas cosas de salir a caminar o hacer ejercicio… ni siquiera sé si me arrepiento. De todas maneras nadie me espera en mi casa…

Se quedó pensativa por unos instantes y luego volteó a verme, fui incapaz de decir algo.

            —Vivo recordando —y añadió sonriendo: —, ¿para qué chingados vivo? —me sorprendió esa pregunta y volví a quedarme en blanco— soy una carga, un estorbo, da tristeza verme; pero no porque esté en esta cama sin poderme levantar, yo ya era un estorbo desde hace años, cuando dejé de decidir, sin luchar o rendirme. Sólo contemplé.

Decidí sentarme a su lado para escucharla, hasta que ya no tuviera nada que decir. Cuando terminó y la vi un poco más cómoda, le dije cosas buenas para animarla y le ofrecí mi amistad, y luego traté de hacerla reír pero no pude, creo que estaba cansada y mi presencia ya le incomodaba un poco. Mi desconcierto debió ser muy notorio porque me sonrió y se puso muy contenta de repente, y trató de levantarme el ánimo. Al despedirnos, me dijo:

—La próxima vez tendrás más suerte… parece que tú también necesitas ver una función de Clown. Tus ojos están muy tristes, alégrate —y bromeando, me apunto con su dedo índice como si me estuviera regañando—, porque no creo que quieras que un vaso de refresco te desencadene un infarto.

Carnal, algo me está comiendo vivo.

Naucalpan, Estado de México, miércoles 17 de octubre de 2007

No hay comentarios.:

Publicar un comentario