Carnal, conseguí trabajo de medio tiempo como becario de Sistemas. Ayer
renuncié en el bar y hoy les di las gracias a mis jefes de los tianguis. Ahí
estaban los cuatro.
—Ya sabes que si ya no trabajas aquí, seguiremos siendo amigos. Si
llegas a necesitar algo, avísame y vemos qué hacemos —dijo Chema
—Pinche Julián,
¿apoco sí te vas? —dijo Beto, el mayor— y yo que te iba a aumentar y te iba a
soltar una camioneta —y soltó una carcajada—. No, pues qué chingón que te vayas
a seguir tu camino. Como dice Chema: cuando necesites algo, nomás dinos. Esto
se va a oír bien puto, pero te quiero mucho, cabrón.
—Yo también…
—Ten siempre en
mente, —dijo Chema—si algún día te faltan las fuerzas: puedes llegar hasta
donde quieras. Nosotros empezamos con un rack chiquito revendiendo ropa en el
tianguis de la colonia, ni siquiera teníamos puesto, éste wey todavía ni iba a
la primaria —señaló a Quino, el menor— y el Beto tuvo que dejar la prepa porque
ya no les alcanzó a mis jefes, además quiso ayudarles a mantener a los demás
chiquillos. Gracias a él, yo pude estudiar Mecánica, aunque después me vine
para acá porque me necesitaban y me iba mejor que en el taller. El Paco tuvo
que partirse su madre con otros vendedores para que nos dieran el primer puesto
que tuvimos, cada semana durante dos años, porque siempre había weyes que nos
querían agandallar y quitarnos el lugar. Bueno, para no hacerla larga, te digo,
que lo que nos ha ayudado a llegar hasta aquí y poder compartir nuestro trabajo
con todos ustedes, es que, como familia, como compañeros, siempre tratamos de
mirar al mismo punto, al más alto.
—Pues yo te digo
lo mismo que mis carnales, morro —dijo Quino—, que ahora que terminas tu
relación laboral con nosotros, tienes aquí tu casa, y tienes las puertas
abiertas por si un día quieres regresar a trabajar, que ojalá no; pero que sea
porque te fue bien chingón allá a dónde vas. Y si no es así, bien puedes volver
—me dio una palmada en el hombro y un abrazo. Luego les di las gracias, prometí
ir a visitarlos de vez en cuando, me despedí de los tres y me salí al patio,
caminando hacia la puerta, al mismo tiempo que Paco iba entrando.
—¿Cómo? pinche Julián, ¿que ya te vas? No mames, me agarraste con
la comida en la boca, apenas me avisó Beto… Antes de que te vayas quiero
decirte algunas cosas… Párate’ai —me dio risa y me paré al lado de una
camioneta. Él se recargó en ella y me dijo: —recárgate wey, pa’ que escuches,
no me voy a tardar mucho.
—Va
—Me decías la otra vez que no te gusta estar sentado ni frente a
la computadora mucho tiempo, y según entiendo, tendrás que estar pegado a una
pantalla todo el día, ¿no?
—Sí —le dije sonriendo—
—Mira, no es por desanimarte ni porque te quedes aquí; pero piensa
bien a dónde vas. Me has dicho también que te gusta la acrobacia, la música, la
danza y escribir. Yo mismo te he visto hacer machincuepas y andar de manos como
loco, y la cara que pones cuando hablas de eso. Es diferente a la que haces
cuando hablamos sobre lo que ves en la escuela, a menos que sea idiomas. Pero
bueno, si viera tantas viejas en idiomas, como esa con la que luego vienes,
hasta yo pondría esa cara —y soltó una carcajada—. Yo no soy la mejor persona
para dar consejos, pero éste que me dieron seguro te va a servir a ti también:
cuando vayas a decidir algo, piensa en la mujer fea, barrosa y gorda, que no te
gusta pero que te quiere coger, y también en la guapa, que a ti te trae bien
pendejo. Porque lo que va a pasar es esto: la gorda barrosa va a venir a
ponerte las nalgas enfrente, queriendo que te la sientes en las piernas… ¡pero
a ti la que te gusta es aquella! La bonita que está parada por allá lejos,
mirando hacia otro lado; tú apenas y la alcanzas a ver. Y para llegar a ella
tienes que levantarte de la silla en la que estás sentado. Tienes de dos: la
que quieres y la que no. ¿Cuál vas a escoger? ¿Te vas a sentar a la gorda que
ya tienes enfrente porque ya la tienes ahí y te está insistiendo? ¿O te vas a
levantar y esforzar por llegar a la guapa que está más allá? No te vayas a
sentar a la gorda. Rómpete tu madre y ve por la que sí quieres. El camino bueno
siempre es de subida, Julián. De pendejos y huevones está lleno el mundo, no
seas uno más. Y todavía es mejor ser pendejo que huevón… ¡pero nomás una vez!
—me empecé a reír— ¡Cabrón, te estoy hablando en serio!
—Esque me acordé de que Dios ayuda a los pendejos, pero a los
huevones no —y calmé un poco mi risa—
—Ah,
qué bueno que te llevas algo de aquí, wey, pero no nomás lo vayas a traer en la
cabeza… —tomó una breve pausa, y dijo— te aprecio mucho y no quiero que la
vayas a cagar, bueno, de que la vas a cagar estoy seguro, porque todos lo
hacemos en algún momento, nomás no quiero que la cagues tan culero, y no porque
te vayas a trabajar a otro lado te lo digo, pues chamba es chamba, y mientras
sea honrada, es buena. Y precisamente que estamos hablando de la honradez, te
digo que por eso siempre te he tenido confianza, porque me he dado cuenta que
eres honesto. Pero no te vayas a volver soberbio y mantente humilde, Julián,
por esto que voy a decirte: eres de los vendedores más honestos que he tenido,
y te rifas cargando y descargando las camionetas, armando los puestos y
trepándote a donde se necesite, desvelándote y estando al tiro; pero no eres de
los mejores vendedores, y es porque esto no te interesa mucho, porque vienes
aquí como a un día de campo —se empezó a reír otra vez—, porque sólo vienes
fines de semana o en las vacaciones, porque no tienes una familia qué mantener
o una deuda qué pagar. Yo te contraté para vender, no para cargar, aunque una
cosa vaya con la otra. Y no habría necesidad de contratarte como cargador
porque en cualquier lugar al que vamos a vender siempre hay un chingo de gente
que quiere chamba, y bien podríamos darle pa’l chesco al que nos ayudara. Pero
no, mis carnales y yo dijimos: “bueno, el morro se está partiendo su madre, hay
que darle chance”, y le echaste huevos, pero, como te digo, estoy seguro de que
pudiste ser mejor vendedor, con un poco más de esfuerzo. Pero no es lo que te
llena, tienes el corazón en otra cosa. Y me doy cuenta porque a mí me gusta un
chingo vender y andar en el tianguis, hablarle a la gente, conocer nuevos
lugares, andar al aire libre, manejar por las carreteras… me emociona. Aunque
tenga que dormir lejos de mis hijos y mi esposa uno que otro día ¿me entiendes?
Pero disfruto lo que hago, y me da para mantener a mi familia y darles lo que
necesitan; darles lo que no tuve, pues. Y te digo esto para que lo tomes en
cuenta cuando vayas a entrar a trabajar a cualquier otro lado: el empleado
cumplido no se desarrollará mucho en la empresa que trabaje, si como trabajador
no vale verga, aunque sea el más honesto y sencillo. Digo, el patrón estará muy
contento porque sabe que puede confiar en él y no va a estar pidiéndole
aumentos. No vas a poder desarrollarte laboralmente si tu trabajo no te llena.
Si quieres cantar, ¡ve y súbete a los pinches micros o vete al centro!,
alomejor hasta sacas más dinero del que vas a sacar yendo a donde vas, lo
importante es que ¡vas a estar cantando!, y estarás caminando hacia tu meta. Sueña
alto, no te subestimes, aguanta. Mantén alto tu umbral del dolor. Sólo sé constante
y paciente, y verás cómo llegas a tu meta, porque toda la gente más cabrona que
has conocido, nació igual que tú, tienes todo lo que necesitas, a pesar de las
circunstancias y todo lo que tengas en contra. Siempre sé derecho y da gracias
a Dios por la fuerza que te da para seguir, para no dejarte caer y soportar el
dolor. Es lo más importante.
Naucalpan, Estado de México, jueves 7 de junio de 2007