jueves, 1 de marzo de 2018

5. Zona Federal

Un compañero de la escuela me sugirió trabajar de garrotero en un bar de la Zona Rosa, un lugar cerca del centro histórico. Antier fui a entregar mi solicitud como a las cinco de la tarde, pero me dijeron que tenía que esperar hasta las siete u ocho de la noche para que me entrevistara el jefe de meseros, y que era casi seguro que me contrataran porque estaban necesitando gente. Fui a caminar por ahí cerca para hacer tiempo y regresé a las seis y media, pero el jefe de meseros llegó hasta las once de la noche. Me dijo que podía empezar al otro día, y que incluso podría haber empezado ya, pero no llevaba uniforme. Se disculpó y me dijo que podía quedarme a pasar la noche en el bar si quería, bailando o descansando, que ahí me hacían espacio, porque a esa hora seguramente ya no iba a encontrar transporte. Como tenía tarea, le dije que no, y decidí irme a casa, pensando que si no encontraba camiones, me iría en taxi, pero ya en el camino me di cuenta que el dinero no me iba a alcanzar. No quise regresar al bar y entré al metro, me puse a mirar el mapa de sus estaciones y decidí ir a la central camionera del norte, pues recordé las veces que nos quedamos a dormir en la de San Juan de los Lagos, y pensé que acá también podría hacerlo, que ya me iría a casa a las 5 de la mañana, cuando volvieran a abrir el metro y hubiera camiones.

Llegué a la central poco después de medianoche. Me senté en una de las salas de espera y me quedé dormido sin querer. Pero unos guardias me despertaron, y luego de saber que no traía boleto, me mandaron salir, porque no puedes estar ahí si no vas a viajar, y no se me ocurrió decirles que estaba esperando a alguien. Estaba muy cansado como para ponerme a caminar dentro de la central, y mejor me salí a la avenida para sentarme en la banqueta, esperando a que amaneciera. Estuve algunas horas así, pensando nomás, hasta que un hombre de tejana y botas, que venía de Durango, me hizo compañía un rato. Se había aburrido de estar en la sala de espera y había salido a caminar, y al verme, se me acercó para preguntarme si estaba bien. Le contesté que sí, y le conté mi día y porqué estaba ahí sentado. Luego platicamos de nuestras vidas y pueblos. Dijo que estaba esperando a un familiar y, cuando ya era hora, volvió a entrar a la central. A mí me entró un sueño encabronado, hacía frío y me estaba doliendo el cuerpo de estar sentado, aunque tampoco tenía ganas de levantarme. Bostezaba involuntariamente, pero ir al baño a dormir era la última opción, me daría mucha pena que los guardias fueran a sacarme hasta del baño, y empecé a reírme. Mejor esperé ahí en la zona federal a las puertas del metro, ahí sí podía estar.
Más tarde, entre el agradable calor de las cobijas, soñé con las letras de neón, el letrero de “zona federal” y el parpadeo de los semáforos de la central camionera. Antes de abrir los ojos y enderezarme, me estiré, bostezando para terminar de despertar. Pero estaba sentado. Y ahí seguían las letras de neón, el letrero, los semáforos, el frío y la madrugada.
Busqué éste nuevo trabajo porque no me dieron la beca y lo que me pagan en el mercado es muy poco, aunque quedé con mis patrones que voy a seguir trabajando con ellos los domingos, pues así aprendo a andar en la ciudad, no estoy encerrado y conozco mucha gente. Cuando salga de vacaciones y, después de haber ido al rancho por unos días, me iré con ellos a trabajar toda la semana, menos los días que trabaje como garrotero. Ya tienen sus rutas bien establecidas, entre semana van a otros estados a vender en mercados de mayoristas.

Naucalpan, Estado de México, sábado 3 de septiembre de 2005

Central camionera del Norte.
Imagen tomada de https://static.panoramio.com.storage.googleapis.com/photos/large/56225922.jpg