Mujer, acuérdate de mí. Ven, o huye con todo y tu recuerdo. Al menos déjame
dormir, deja de sonreírme en la oscuridad.
Cenamos metafóricamente entre el rocío del jardín. De mi mochila abierta
cayeron los lápices y las plumas con las que armaba mis alas. Cuerdas
invisibles tiraron de mi boca y me cerraron los labios, se me pudrieron las
palabras de tanto imaginarlas y no decirlas. Las pronuncié tarde y me supieron
rancias. Aun así, me hiciste quedarme y cambiar mi destino por otro. Dijiste
que ya estaba desnudo, que sabías todo de mí, que no había razón para no
seguir. Y describiste la pasión con tu cuerpo sin decir nada: fuiste color
rojo, fuiste todos los colores.
Cuando te marchaste le robaste belleza al mundo, ahora hay caída de presión
en la cabina y me coquetea la locura, porque hay veces que tu nombre es lo
único que mi cerebro grita.
Tu imagen corre por mi sangre y me atraviesa la piel.
Naucalpan,
Estado de México, martes 21 de marzo de 2006