Llevaba
varios días evitando pasar por la calle donde vive Lissete, pero hace una semana
tuve que ir a la casa de un amigo que vive por ahí, para hacer una tarea en
equipo. No quería ir a la papelería a preguntar por ella y me arrepentí de
haber borrado su número. Todo el rato estuve pensando en salir y encontrármela
por casualidad.
Me
despedí de mi compañero al terminar la tarea, salí de su casa y llegué a una
capilla que está a medio camino entre la casa de Lissete y la suya, y me senté
cerca de ahí, en la banqueta. Eran las seis de la tarde y yo quería verla, pero
no sucedió. Volví otros tres días sin lograrlo ni atreverme a tocar su puerta.
El
último día que fui, pasaron dos muchachos como de nuestra edad y se me
acercaron. Traían los ojos rojos.
—Qué tranza mijo,
¿qué haciendo? —me dijo uno de ellos—
—Nada… Nomás
pensando —le contesté—
—No pienses
tanto… Actúa —dijo en tono burlón—
—Tienes razón —le
dije sonriendo—
—Presta pa’l
tabaco —dijo el otro—
—Nomás traigo lo
de mi pasaje, ahí pa’la otra —le contesté—
—Nel, saca —me
dijo el segundo. Me levanté de donde estaba sentado porque él ya me había
agarrado de un hombro y apretaba el otro puño—
—Aguanta wey, no
mames —le dijo el que me había hablado primero, y trató de jalarlo para atrás—
—¿Qué? ¡Que
preste el culero!
—Nel, ¡aguanta! —lo
separó de mí y me preguntó:— ¿De dónde eres, carnal? ¿Vives por aquí?
—Vivo por Los
Remedios, soy de Guanajuato.
—Apoco… mi
jefecita es de allá también.
—No mames Chucho,
ya que nos dé lo que trae —dijo enojado, el que había querido pegarme—
—Aguanta cabrón,
¡ya cálmate! —gritó Chucho—
—Vale verga…
—dijo el otro, girando la cabeza a otro lado y dando un pisotón en el suelo—
—No hay pedo, carnal —me dijo Chucho—,
esque este wey viene hasta la madre. Pero con el barrio no nos pasamos de
lanza… aparte si te quitamos el varo vas a llegar bien tarde a tu chante —y se
sentaron al lado de mí—. Y qué pedo, ¿qué andas haciendo por acá si eres de
Guanajuato? —sacó una botella de Tonaya de su mochila y le dio un trago—
Les
conté que había venido a estudiar la universidad y que tenía algunos amigos en
esa calle, y al salir de su casa y pasar por la capilla, me habían dado ganas
de sentarme en la banqueta. Se empezaron a reír y me contaron algunas cosas, me
hablaron de como uno de ellos se había quedado sin trabajo, y el otro le había
conseguido ese día por recomendación.
—Lo malo es que
son bien pinches marihuanos y envician a uno— dijo al que le habían conseguido
el trabajo, el que me había pedido el dinero—.
—Tú, que ni sabes controlarte,
deberías ya reivindicarte ante la sociedad. Discúlpate con el “mi chavo” por
quererlo talonear —contestó Chucho, y se empezó a reír a carcajadas—.
Me
invitaron a un concierto de grupos de rock nacional que va a ser dentro de dos
semanas en un salón de eventos cercano, para celebrar las fiestas decembrinas. Entre
los grupos hay algunos formados por vecinos del barrio.
—Va a haber un chingo de morras, ahí
te presentamos unas, cáele.
Naucalpan, Estado de México, sábado 3 de diciembre de 2005
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